Vivimos en un mundo marcado por los constantes cambios. La flexibilidad, la incertidumbre, la volatilidad, la complejidad, la ambigüedad, las cambiantes características sociales, económicas, las nuevas tecnologías, la globalización… Son algunas de las particularidades que encontramos en la conocida como Sociedad del siglo XXI o Sociedad del conocimiento.
Por ende, si la sociedad cambia, nosotros debemos cambiar con ella, debemos adaptarnos a sus condiciones. Es aquí donde entra en juego la escuela, que tiene la función de hacer de su alumnado una población preparada para el mundo en que se desarrolla, capaz de desenvolverse con éxito en cada una de las oportunidades y retos que esta sociedad les ofrece.
Una educación basada en que el educador dé información y el educando memorice, no es una educación adaptada a las necesidades de esta nueva era y, por tanto, no es una educación que proporcione al alumnado las herramientas necesarias para superar con éxito las necesidades del siglo XXI.
Es por eso, que surge una nueva corriente educativa que lucha por contextualizar la educación a la realidad existente y por utilizar la innovación para el desarrollo óptimo del alumnado. Dentro de esta corriente de innovación, existe otra que se centra en el desarrollo del talento en el alumnado. Autores como Javier Tourón o José Antonio Marina, hacen énfasis en la importancia de conocer las capacidades que tiene nuestro alumnado y elevarlas a su máxima potencia para que den respuesta, no sólo a los retos del siglo XXI, sino a aquellos desafíos y necesidades que aún están por venir, que son desconocidos.
“En conclusión: si la escuela no cambia de paradigma dejará de ser útil para lo que debe serlo, que no es sino el desarrollo de los aprendices del siglo XXI que, entre otras cosas, habrán de ser formados para que puedan manejar tecnologías que aún no se han descubierto, para que puedan resolver problemas que aún no se han planteado y para que puedan ser eficaces en profesiones que todavía no existen. Y, en cualquier caso, para que desarrollen su potencial de modo óptimo, que dicho sea de paso es el único modo de que sean felices. Lo que no es un objetivo, precisamente, menor.” (Javier Tourón, 2016)
Este trabajo resume brevemente la importancia de un cambio de paradigma en las escuelas centrándose en el desarrollo de los talentos a partir de la creatividad y utilizando nuevos modelos organizativos para su
desarrollo, con el fin de abrir una pequeña ventana a futuros docentes, como es mi caso, mostrando la importancia de esta, cada vez más actual, tendencia. En definitiva, para intentar concienciar del cambio que nosotros como futuros maestros y maestras debemos aplicar en nuestra docencia, en nuestra aula y en nuestra escuela.
Palabras clave: Educación, Innovación, Creatividad, Talento, Siglo XXI, Organizaciones Ubicuas.
La escuela como gimnasio de la creatividad
Empecemos definiendo qué es la creatividad. Hasta no hace mucho, se creía que la creatividad es uno de esos “dones” que se tiene o no se tiene y solía relacionarse con el ámbito del arte. Actualmente, se entiende la creatividad como la capacidad de dar solución a diferentes retos, problemas o necesidades de la vida diaria transformando las ideas que ya tenemos en otras más innovadoras y eficaces.
Si bien es cierto que hay personas cuya creatividad está más desarrollada que la de otros, todos nacemos con esa capacidad lista para ser “activada”. José Antonio Marina, uno de los grandes propulsores de la educación como innovación, creatividad y talento, explica que es necesario trabajar con la creatividad para desarrollarla óptimamente, entrenar los “músculos creativos” y generar una especie de hábito del pensamiento creativo.
En este proceso, son indispensables la escuela y el profesorado, que actuarán como gimnasio y entrenadores, respectivamente, del pensamiento creativo de su alumnado.
¿Pero ocurre esto así? ¿Entrenamos en las escuelas a nuestro alumnado para dar respuesta a los desafíos que les presenta la sociedad a través de la creatividad?
La respuesta es no. Todos hemos leído eso de “la escuela mata la creatividad” y, si miramos a las aulas, podemos observar que es una afirmación completamente cierta. Dentro del aula vemos un sistema de enseñanza-aprendizaje completamente descontextualizado, rutinario e inútil, donde el alumnado no tiene capacidad de elegir qué quiere aprender, cómo quiere aprender o dónde quiere aprender.
La creatividad necesita de la toma de elecciones, de estímulos que pongan en funcionamiento esos músculos, de tiempo para organizar las ideas… y el sistema educativo actual no fomenta ninguna de estas condiciones. Tenemos un sistema educativo no muy dispar al surgido en la sociedad industrial para una sociedad completamente diferente. La educación se centra más en la explicación de un temario teórico que, en ocasiones, poco tiene que ver con la realidad que el alumnado vive y con las curiosidades que éste tiene.
Según Ken Robinson, educador experto en innovación, calidad de enseñanza y creatividad, todo esto da lugar a un alumnado frustrado y poco motivado a arriesgar, a tomar opciones alternativas por miedo al fracaso; poco capacitado para salir de lo que se conoce como zona de confort, aquella zona limitada por lo que conocemos y nos hace sentir seguros.
¿Qué importancia tiene la figura del maestro en la educación de la creatividad y del talento?
La formación del profesorado es, actualmente, una pieza fundamental en este puzle. Nos encontramos, como hemos comentado anteriormente, en un momento en el que la escuela necesita sufrir un cambio de paradigma y es principalmente el profesorado, quien debe dar ese empujón a la escuela para llevarla al terreno donde, actualmente, debe estar: la formación para el siglo XXI.
Dejando a un lado las cualidades personales que un docente debe tener (vocación, ganas de innovar, creatividad, etc.), debemos adquirir también una formación en los temas que actualmente suponen un reto en la educación, como es, en este caso, el desarrollo de la creatividad y, a través de ésta, del talento.
Un docente no puede fomentar el talento de un alumno si no sabe identificarlo. No puede desarrollar sus cualidades si no sabe reconocerlas. Según Cesar Bona, maestro que aboga por la innovación en el aula, la principal tarea de un maestro es precisamente esa: descubrir y sacar el talento especial de cada niño.
Los maestros debemos adaptarnos a los niños, no al revés y, para ello, debemos conocer sus capacidades, sus intereses, sus cualidades…
Un maestro tiene que ser ejemplo. Estar motivado para motivar. Ser creativo para desarrollar la creatividad. Poner en marcha su talento para fomentar el talento de su alumnado.
“Hay que motivarles y estimular su creatividad para que hagan que este mundo sea mejor. Los niños no son solo los adultos del mañana: son habitantes del presente. Subestimamos constantemente a los niños y su creatividad, pero todos tienen un talento; solo hay que saber abrir la puerta para que lo saquen. Y ahí es donde intervenimos los maestros, viendo lo que los demás son incapaces de ver” (César Bona, 2016)
La educación del talento
Como hicimos en el apartado anterior, comencemos definiendo el talento. Se entiende el talento como la capacidad que tiene el ser humano de utilizar la inteligencia y sus cualidades individuales de forma óptima para alcanzar nuestros objetivos y responder a los retos que se nos presentan.
José Antonio Marina (2016), define el talento como la “inteligencia triunfante.” Este mismo autor explica que en la Sociedad del Conocimiento la principal riqueza no es el capital o los territorios, sino el talento. Y, por tanto, la principal misión del sistema educativo debe ser “generar talento y gestionar el talento.”
El talento se genera poniendo en marcha las dos inteligencias del ser humano: la generadora y la ejecutiva.
La inteligencia generadora es aquella que da respuesta a los diferentes problemas que nos encontramos. Esta inteligencia tiene la capacidad de observar el mundo, aceptando la idea de que todo lo que vemos es modificable. Se encarga, además, de controlar habilidades como la motivación, la creatividad, etc.
Es por esto, que la escuela debe potenciarla, haciendo del entorno de los niños un lugar para la crítica, la reflexión o la seguridad en uno mismo.
Por otro lado, nos encontramos con la inteligencia ejecutiva que se encarga de analizar esas respuestas que la otra inteligencia ha generado y estudiar su validez o viabilidad.
Esta inteligencia es la que motiva a la inteligencia generadora a alcanzar su máxima eficacia, pues las ideas que no son válidas, las “devuelve” a la inteligencia generadora para que las mejore.
Además, la inteligencia generadora es la parte fundamental del talento, la que completa su proceso, ya que es la que se encarga de aplicar las ideas en la realidad, desde su planificación hasta que la idea se vuelve real y palpable.
Esta es la diferencia fundamental entre la creatividad y el talento. La creatividad está directamente relacionada con la inteligencia generadora, mientras que el talento lo está con la inteligencia ejecutiva, de manera que, la creatividad es quien genera las ideas y respuestas a los problemas y el talento quien analiza esas ideas y las lleva a la práctica.
Pero, ¿cómo podemos educar en el talento?
No existe una serie de pautas a seguir para desarrollar el talento de nuestro alumnado, ni una metodología que usar o un tiempo que dedicar. La respuesta a esta pregunta es simple y a la vez compleja: identificando las cualidades de cada niño, los estímulos que necesita, qué tiempo hay que dedicarle; cada niño es un individuo diferente con un talento diferente y, por tanto, las formas de trabajar su talento serán diferentes.
Lo que sí debemos tener claro, como afirma Tourón (2015) es que “si el talento se entiende como potencial que se transforma en competencia, está claro que una escuela basada en la edad, como la que conocemos, en la que se apela a una talla única para todos, donde el currículo tiene un mismo nivel de reto, independientemente de la capacidad del que aprende, no puede responder de manera adecuada al desarrollo del talento, o mejor dicho, a la proyección de la capacidad en los diversos dominios que componen los saberes curriculares.”
Organizaciones ubicuas: una estrategia para la Educación del siglo XXI
Las organizaciones ubicuas hacen referencia a la posibilidad de trabajar o aprender en cualquier momento y desde cualquier sitio.
El término fue introducido por Mark Weiser en 1988, pero no adquirió cierto reconocimiento hasta 1991, cuando se empezó a hablar sobre la sociedad del siglo XXI.
Las organizaciones ubicuas se basan en dos premisas fundamentales: trabajar es una actividad, no un lugar y las organizaciones son un lugar abierto.
De la misma forma, ocurre con el aprendizaje ubicuo. El aprendizaje ubicuo, además de darse donde y cuando queramos, es aquel que se puede extender a todos los aspectos de nuestra vida, no sólo a la escuela, es decir, aprendemos en nuestro entorno, con nuestro entorno, de nuestro entorno y desde nuestro entorno.
Es una herramienta útil para trabajar desde la individualización de la enseñanza, ya que permite adaptar el acceso a la información a los ritmos y necesidades del alumnado.
Al ofrecer un acceso libre a los contenidos, cada alumno tiene la oportunidad de partir de sus ideas previas y dedicar el tiempo que le sea necesario a cada uno de los contenidos, dando pie, también, a que se forme más en aquello que le interesa y, en consecuencia, ayudándolo a desarrollar su talento.
Las características que debe tener un aprendizaje ubicuo son:
a) Permanencia. El aprendizaje se recuerda día a día, no se pierde u olvida.
b) Accesibilidad. El alumno puede acceder a la información desde cualquier lugar.
c) Inmediatez. De la misma forma, pueden acceder a la información en cualquier momento.
d) Interactividad. Interaccionan no sólo con medios TICs, sino que da lugar a interactuar con otros compañeros, profesores, etc.
e) Adaptabilidad. La información que obtienen es correcta: del modo correcto, en el tiempo correcto y en el lugar correcto, adaptado a la manera de aprender del estudiante.
Referidas al aprendizaje ubicuo y a la escuela como organización ubicua, surgen diferentes estrategias educativas. A continuación, se mostrarán tres de las que, actualmente, más se están poniendo en práctica:
Flipped learning o aprendizaje inverso
El flipped learning propone trabajar la parte relacionada con la información fuera del aula y trabajar en esta aquello que está más relacionado con la práctica.
De esta forma, el tiempo en el aula se deshace de la sobrecarga de contenidos y facilita la participación del alumnado, dando lugar a un aprendizaje activo.
Este modelo consiste en compartir la información referente a los contenidos de forma digital, de manera que el alumnado pueda acceder cuando y donde crea oportuno a la información y tantas veces como le sea necesario.
Con las clases magistrales ocurre que no se respetan los ritmos de cada alumno o no se tienen en cuenta los intereses o ideas previas de cada uno, dando lugar a que, algunas veces, no comprendan lo que se ha explicado cuando se da por finalizado el tema y se pasa a otro contenido y, otras veces, lo entienden demasiado pronto o ya lo conocían y les resulta repetitiva y aburrida la información.
De esta forma, se les da la oportunidad de acceder a materiales que no entendieron o de, por el contrario, no acceder a aquellos que ya conocen, respondiendo directamente a sus necesidades.
Resultados del Flipped learning
Los resultados aún son escasos por el poco tiempo que esta estrategia lleva utilizándose. Sin embargo, el aumento de profesionales que se unen a este método aumenta indiscutiblemente y los resultados que estos comentan son, sin lugar a dudas, positivos.
La oportunidad de acceder al contenido con total libertad de organización espaciotemporal, hace que el rendimiento académico del alumnado mejore considerablemente.
En un estudio que se realizó entre 453 maestros que aplicaban este método, se obtuvieron los siguientes resultados:
– El 67% notó un aumento en las calificaciones de su alumnado.
– El 80%, una mejora en la actitud de su alumnado respecto a su propio aprendizaje.
– El 99% aseguró que lo volvería a utilizar el año siguiente.
Aprendizaje adaptativo
El aprendizaje adaptativo se refiere a la adaptación total de los contenidos y las formas de enseñanza a la forma de aprender de cada alumno.
Este método se basa en estudiar el aprendizaje del alumnado, así como, las interacciones que éste tiene con el sistema. Para ello se analizan los datos generados en las interacciones que hace con vídeos, juegos, etc. que realiza mediante las TICs para evaluar lo que el alumno sabe y lo que el alumno necesita saber.
De la misma forma que en el sistema anterior, el alumno accede a la información cómo, cuándo y dónde quiere, atendiendo a sus propias necesidades y capacidades.
Mobile learning o m-learning
El m-learning es el conocido como aprendizaje de bolsillo. Es un modelo educativo basado en el uso de las tecnologías y dispositivos móviles, que facilita una autonomía y ubicuidad en el aprendizaje del alumnado, guiando, construyendo y resolviendo su propio progreso.
El modelo m-learning es ubicuo, flexible, portátil, inmediato, accesible, motivante, activo y personal y necesita de conexión a Internet, acceso a las APP, pantalla táctil y conexiones a servicios como el GPS.
Dentro del propio m-learning aparecen estrategias como el uso de las redes sociales o la realidad aumentada.
En un estudio realizado por Pisanty, A., Enríquez, L., Chaos-Cador, L. & García, M. sobre el uso del m-learning en alumnos de Física, obtuvieron los siguientes resultados:
– Aumento en la creatividad del alumnado.
– Aumento del 30% en el compromiso del alumnado.
– Aumento del 45% en el manejo de herramientas computacionales.
– 57% del alumnado califica el modelo como “bueno” y el 43% restante como “excelente”.
– 28% no considera que sea un modelo flexible, mientras que el 72% restante opina que sí.
– 100% del alumnado considera que se cumplieron los objetivos de su aplicación.
– 72% valora positivamente la incorporación de las TICs para resolver problemas del entorno.
(*) Algunos recursos para utilizar en el desarrollo del aprendizaje ubicuo son: KhanAcademy, LearnZillion, Knewton, Thinkwell o EduMóvil.
Conclusión
La escuela necesita un cambio de paradigma: de una escuela tradicional centrada en la transmisión y recepción de información a una que se adapte a las necesidades del siglo XXI.
Como medio para dar respuesta a esas necesidades, la escuela debe desarrollar en el alumnado una serie de cualidades como el espíritu emprendedor, la crítica, la reflexión, la creatividad o el talento, en el cual se centraba este trabajo.
El talento es una de las formas que tiene el ser humano de dar respuesta de forma creativo y eficaz a los retos que esta sociedad presenta y es, por eso, que debemos desarrollarlo.
Para desarrollar esta cualidad debemos individualizar la enseñanza: identificar en cada alumno las cualidades, las necesidades, los ritmos… Para así, utilizando esta información, poder entrenar su talento.
De las muchas tendencias que actualmente surgen dentro de la conocida como educación innovadora o educación del siglo XXI, están las relacionadas con el aprendizaje ubicuo que fomentan, entre otras cosas, la individualización de la enseñanza y, por tanto, el desarrollo de las cualidades anteriormente citadas.
No son pocas las metodologías que están surgiendo en este ámbito, aunque hemos centrado el trabajo en las tres que, actualmente, ocupan mayor espacio en el terreno de la innovación: el flipped learning, el aprendizaje adaptativo y el m-learning.
Podemos concluir, después de lo visto, que como futuros docentes tenemos en nuestra mano la llave para abrir a nuestro alumnado la puerta hacia las herramientas necesarias para desenvolverse en el futuro incierto y líquido que les aguarda; para dar ese vuelco que la educación necesita desde dentro, desde nuestra propia aula.